domingo, 11 de mayo de 2014

  


MANUELA GARAYCOA DE CALDERON

PATRIOTA.- Nació en Guayaquil y fue bautizada el 8 de Junio de 1784 con los nombres de Manuela de Jesús. Hija legítima de Francisco Ventura de Garaycoa y Romay, natural de La Coruña, en Galicia, España, Capitán de Maestranza del Astillero de Guayaquil y Factor General de la Real Renta de Tabaco y de la guayaquileña María Eufemia de Llaguno y Lavayen.
Poco se conoce de su niñez y juventud aunque debió recibir las primeras letras de su madre. En Marzo de 1800 contrajo matrimonio con Francisco García-Calderón y Díaz, natural de La Habana, bautizado en la Parroquia de San Cristóbal, de tres días de nacido, el 17 de Diciembre de 1770, venido como Ministro Contador de las Reales Cajas y Tesorero Oficial, cargo en el que se relacionó con su futuro suegro.
Manuela pronto salió embarazada y en 1801 dio a luz en casa de sus padres a una niña que llamaron Mercedes, quien casaría en 1824 con el Regidor Bartolomé Francisco de Ayluardo y Azpillueta, con sucesión.
Para 1802 vivía con su esposo y tierna hija en Cuenca, hospedada en unas piezas situadas en la casa de Margarita Torres, mujer de Francisco Paulino Ordóñez, en la esquina suroeste de las calles Bolívar y Presidente Borrero, hoy Banco del Azuay, ocupando una excelente posición en el seno de la sociedad azuaya.
En 1804 nació su hijo Abdón, el futuro Héroe Niño. En 1806 Baltazara, quien casó en 1842 con el ex-Presidente Vicente Rocafuerte, sin hijos. En 1807 Carmen, una de las "Tres Gracias" que coronaron a Bolívar a su retorno de la campaña del Perú, con Mariquita Plaza del Campo y Angelita Rico Rocafuerte. El Libertador, amigo de su familia, la mencionó en sus cartas con el sobrenombre de "La Gloriosita", falleciendo soltera en 1868 en Lima. En 1809 nació Manuela, que murió soltera (1).
Cuando iba a estallar la revolución del 10 de Agosto en Quito, la familia Calderón Garaycoa se componía de un hijo y cuatro hijas. Entonces ocurrió que el Capitán Juan Salinas, comprometió secretamente en Quito al Sargento Mayor Mariano Pozo, riobambeño de 36 años de edad, para que propagara las ideas independentistas en Cuenca, ciudad a la que tenía que viajar con una escolta de catorce soldados a su mando, a relevar a los que estaban en esa urbe.
El 8 de Agosto arribaron a Cuenca y según parece el Sargento Pozo conversó con Calderón, noticiándole de los aprestos revolucionarios, que solo se conocieron días después cuando el posta Blas Santos llevó la nueva al interventor de la Renta de Correos Joaquín Tovar, regándose la novedad en toda la ciudad.
Una carta enviada a Pozo desde Quito fue requisada por José Neyra y Vélez, que la entregó al Gobernador Melchor Aymerich, quien pidió a García-Calderón que le cediera los caudales públicos a su cargo, con el

(1) Las Tres Gracias vistieron de amarillo, azul y rojo respectivamente, se situaron con su Corte de Honor y Guardia Militar al pie de la escalera, en el rellano o tabladillo y en el recibimiento de la Casa del Cabildo y cada una, al pasar el Libertador, por turno, le ofrendaba una corona de flores y recitaba una Loa, muy a la antigua usanza clásica, como se acostumbraba en Grecia y Roma. Bolívar, consumado literato, les fue contestando por turno. A la Plaza: "Una Diosa de Colombia me acaba de coronar y de sus manos recibo la enseña que fue el culto de mi vida". A la Rico: "Me estremezco al ver que un Ángel corone a un hombre". A la Calderón: "De todas las glorias que me ha concedido la fortuna, la que más me abruma y enorgullece es la de haber sido coronado por tres ángeles del Guayas". Luego, al abrirse el baile, las sacó guardando el mismo turno. La Calderón y la Plaza murieron solteras, ésta ultima casi centenaria, en 1904. La Rico casó con el prócer Thomas Charles Wright Montgomery, con sucesión.
pretexto de levantar tropas e iniciar la marcha sobre Quito, pero como no presentó las respectivas libranzas legales, éste se negó.

Mientras tanto, había mandado a desarmar la escolta disponiendo la prisión de Pozo y de otros vecinos, a quienes acusó de revolucionarios por simples chismes y delaciones. El 24 de Agosto, mientras el Alcalde de Cabildo Fernando Guerrero de Salazar y Piedra almorzaba tranquilamente en casa de García Calderón, el Teniente de Milicias Manuel Rodríguez y Villagómez les intimó prisión, conduciéndolos a un Cuartel, donde se les calzó grillos hasta que el 5 de Septiembre los remitió a Guayaquil, pudiendo García-Calderón recobrar su libertad merced a las influencias de sus parientes políticos.
En Cuenca eran embargados y vendidos sus pocos bienes en pública subasta.(2) Su esposa e hijos siguieron a Guayaquil, alojándose en casa de Doña María Eufemia Llaguno Vda. de Garaycoa, donde nació el 4 de Octubre de 1810 su hijo Francisco. "De allí en adelante García-Calderón luchó por la independencia hasta ser fusilado el 3 de Diciembre de 1812 en Ibarra, quedando su familia en la mayor pobreza.
Años después su concuñado el General José María Villamil le retrató del siguiente modo “Hombre de cuerpo de hierro, de corazón de león, de cabeza volcánica y de alma indomable. Un verdadero republicano que no pretendía ser superior a nadie, ni consentía ser inferior a ninguno”.
"Herida en el alma, la tesonera viuda dedicó su tiempo a atender la educación moral y científica de sus hijos, a que más tarde lleven con honor y orgullo el glorioso apellido de su padre".

(2) En los primeros momentos, tras la prisión de su esposo, Manuela Garycoa fue protegida por los Canónigos Andrés Villamagán y Manuel Landa y Ramírez, amigos de su hermano Francisco Javier, Sacerdote, Cura de Yaguachi, con quien teían excelentes relaciones.
En 1817, sin embargo, su tío el Obispo de Cuenca, Dr. José Ignacio de Cortázar y Lavayen, hizo esfuerzos en la Corte de Madrid y le consiguió el Montepío correspondiente al empleo de su marido, alegando que no había derecho a privarle de ese haber que por contrato se había descontado de su sueldo.

Acostumbrando reunirse con sus hermanos y hermanas en casa de su cuñado Villamil y en la habitación de Ana, su esposa, Dña. Manuela y sus familiares culminaron el plan de la independencia de Guayaquil.
En la mañana del 9 de Octubre alistó a sus hijos Abdón y Francisco en las tropas de Infantería y en la Marina, desplegando imponderable entusiasmo. Ella misma cosió los uniformes que vestía su hijo Abdón como integrante del Batallón Yaguachi. Le despidió personalmente cuando inició la marcha sobre Cuenca y Quito y en todo ese tiempo mostró un temple digno de los tiempos heroicos de la Grecia, cuando las madres ofrendaban sus hijos a la Patria.
En Agosto de 1821, al conocer la traición del Coronel López en Babahoyo, intervino en la redacción de una memorable Carta de Honor y la firmó con sus hermanas, hijas, primas pues su colombianismo rayaba en frenesí patriótico sin límites. Joaquín Mosquera, en carta escrita el 22 de Marzo de 1822 al General Santander, decíale: "Encargo a Ud. muy particularmente, que remita muchas Constituciones y cuantos más impresos hagan honor a la República. De este modo se aumentará opinión y se ganarán amigos. Los sujetos a quienes deben mandarse constantemente para que los divulguen son: Don José Merino, Dn. Ignacio Gorrichátegui y Doña Manuela Garaycoa, que sóla nos vale más que todo. Esta señora, sus hijas y sus hermanas, y sus amigos y amigas, son el foco de nuestra opinión y cantan diariamente y hasta por las calles algunas noches, las canciones colombianas, en honor del Libertador y de la República. Si Ud. quiere escribirle a esa señora, recibirá su carta con el fanatismo que le caracteriza de Colombiana y hará mucho...!
El 24 de Mayo las armas guayaquileñas y colombianas triunfaron gloriosamente sobre los españoles en el Pichincha, pero la noticia recién se conoció en el puerto principal el 2 de Junio, por una carta particular. A la una de la tarde la Junta de Gobierno compuesta por José Joaquín de Olmedo, Francisco María Roca y Rafael Jimena, la confirmó, publicando el Parte Oficial enviado por Sucre, por conducto del Jefe Militar de Riobamba León Febres Cordero y al repique general de campanas, siguieron los bailes y diversiones populares en honor de los Libertadores.

El mismo día, Manuela Garaycoa de Calderón se impuso del bizarro comportamiento de su hijo Abdón que cuatro veces herido se había resistido a abandonar el campo de batalla hasta que al fin había caído al lado de la bandera albiceleste guayaquileña pero ignoraba su muerte, que ya había ocurrido a causa de las heridas; por eso el 11 escribió a su amigo Antonio José de Sucre, correspondiéndole la singular atención de haberla felicitado con el Coronel Juan Illingworth, por el heroísmo de su hijo Abdón.
“Mi General. Por fin nuestros votos se han cumplido. Ya el glorioso pabellón de Colombia está tremolando en el antiguo templo del sol, y los dignos y primeros independientes de Quito disfrutan de las beneficencias que su Constitución y sabias leyes derraman sobre ellos y Ud. recibirá las bendiciones de éstos por haberles conseguido este bien tan deseado, por su pericia militar, por sus virtudes cívicas, por su conjunto de perfecciones que le constituyen nuestro Libertador, por lo que me congratulo con Ud., pues que pertenezco a los ilustres quiteños, por haber derramado allí mi sangre y haber padecido con ellos tantas privaciones. He recibido con indecible placer, la enhorabuena que por medio del benemérito Coronel Illingworth ha tenido Ud. la bondad de darme, por haber cumplido mi hijo con el deber que le impuso la naturaleza y el honor; pero yo digo que a las órdenes de un General tan sabio y valiente no había ningún Oficial que no sacrifique su vida; y si él pierde un brazo según me dicen, habrá perdido una crecida parte de su existencia y yo mi vida, pues su actual situación me remueve la memoria de cuanto por mí ha dado en Quito. Reciba Ud, las más finas expresiones de toda mi familia. Penétrese Ud. de la extinción de mis sentimientos y de la cordialidad con que me repito su reconocida y fiel amiga que besa su mano".
Poco después sus hermanas le dieron la triste noticia de la muerte de Abdón y ella exclamó: "Ha muerto el hijo de mis entrañas, mas la Patria está libre y vengada la sangre de mi esposo".
En Junio averiguó con su amigo Antonio Soler por el paradero de sus bienes en Cuenca. Los Jueces por comisión del Cabildo habían sido Juan López Tornaleo y Carlos Célleri que remataron el hato de Saucay en 1.110 pesos a Manuel Sempértegui, muebles y vestidos, cobrando deudas de algunos indios, mulas, yeguas y bueyes. Solo quedó en poder de Manuel Villavicencio, sin haberse podido vender, un chupín azul y dos casacas encarnadas, que le fueron remitidas.
El 11 de Julio arribó Bolívar a Guayaquil, visitó a Manuela que aún vivía en casa de su madre, simpatizó con sus hermanas: Joaquina, mujer vehemente y fantasiosa que empezó a llamarle “Mi Glorioso" y él en retribución "La Gloriosa", coqueteó con Gerónima, a quien cariñosamente mencionará luego con el adjetivo de "La Loca", Ana de Villamil, Francisca de Vivero, cuya casa también consideró como suya. En Guayaquil estuvo mes y medio y pasó a Cuenca dejando gratos recuerdos entre las damas Garaycoa, que de allí en adelante fueron sus más fervientes amigas y partidarias.
Preocupada Manuela por su precaria situación económica y considerando que el Congreso de Colombia había suspendido las pensiones, redactó un petitorio que en su parte medular dice así: "Sobrevenida la transformación de esta Provincia, se creyó obligado a continuarme la pensión, no solo por haber reconocido la deuda del gobierno español, sino como un premio que Calderón (su esposo) se había hecho acreedor como defensor de la Patria y en consecuencia pasó a caja la orden, que también presentó para que se me satisfaciese la pensión con arreglo al grado de Coronel que obtuvo por la misma Patria. El mayor de mis dos hijos contaba dieciséis años y como heredero de los sentimientos de su Padre se dedicó al servicio de la Patria, desde que esta ciudad proclamó su independencia. Es constante que no hubo expedición ni servicio alguno en que no tomar se parte y que adicto a la República hasta el entusiasmo, se incorporó a la primera oportunidad en sus filas y falleció en ellas cuando la gloriosa jornada de Pichincha. El señor General Sucre le ascendió a Capitán graduado y dio orden para que se le pasase siempre revista y se me satisfaciese su sueldo de Teniente, como parece del documento que acompaño a los anteriores. Protesto a V. E. que si no me hallase con tres niñas y un niño de trece años y sin recurso alguno para sus sostenimientos, me abstendría de solicitar lo mismo de un gobierno cuyas necesidades me tendría dichosa en remediar a costa de cualquier sacrificio mío, pero siendo mi angustia la más extrema, me es indispensable recurrir a ese mismo gobierno, de quien me prometió ese auxilio, a que no se negaron nuestros enemigos y sin que absolutamente podré subsistir con mis hijos, como es notorio. Las dos pensiones, de mi marido e hijo, hacen 82 pesos 5 reales y sin embargo de que en este país tan caro, apenas alcanzan para el alimento, vestido, casa y servicio de una familia de cinco individuos, vengo gustosa a rebajar diez pesos de la pensión de mi hijo, aprobada por Vuestra Excelencia, dándome por satisfecha con los 73 pesos que su Exclencia se sirve asignarme, f) Manuela Garaycoa de Calderón.
Bolívar le aceptó la renuncia de los diez pesos y ordenó que se abonen con cargo a la mitra vacante de Cuenca los restantes.
El 2 de Septiembre recibió del gobierno de Quito un impreso con la gloriosa muerte de su hijo Abdón y posiblemente la Gloriosa escribió una extensa carta que no nos ha llegado, pero sí la respuesta del Libertador, que el 14 de Septiembre devolvió la atención a todas las Garaycoa, de la siguiente forma: "La Gloriosa me ha proporcionado la dicha de ser saludado por Uds. Yo no aspiraba a una satisfacción tan agradable para mi corazón, porque no las creía a Uds. tan buenas con un ingrato como yo, que no escribo a nadie por indolente y también por ocupado. A la Gloriosa, que las serranas me han gustado mucho, aunque todavía no les he visto; que no les tenga envidia, como decía, porque no tiene causa con unas personas tan modestas que se esconden a la presencia del primer militar. La iglesia se ha apoderado de mí, vivo en un oratorio, las monjas me mandan la comida, los Canónigos me dan de refrescar. El Te Deum es mi canto y la oración mental mi sueño, meditando en las bellezas de la Providencia dotadas a Guayaquil y en la modestia de las serranas que no quieren ver a nadie por miedo del pecado. En fin, amigas, mi vida es toda espiritual y cuando Uds. me vuelvan a ver ya estaré angelicado. No hay más tiempo, pero soy el más humilde que besa los pies de las damas Garaycoa, Llaguno y Calderones. F) Bolívar. A la Gloriosa, que soy el más ingrato de sus enamorados. El mismo. P. D. El amanuense saluda a Uds.
De Cuenca pasó a Quito y el 16 de Noviembre volvió a escribirles: "A la familia Garaycoa. Mis damas y señoras. Gloriosa, Loca, etc. Con suma satisfacción he recibido la muy apreciable de Uds. no puedo negar que Uds. me harán ir al cabo del mundo, solo por tener el gusto de rendirles mis cordiales agradecimientos. Son Uds. tan buenas conmigo que no es posible más. La Gloriosa tiene razón de quererme porque yo la amo de amor y gratitud. Mi señora doña Manuela, con más juicio y la misma amistad, tiene derecho a toda mi consideración y respeto; ¡que no se ofenda la primera! A la señora madre y niñas que no tengo cuidado por los godos y que soy a sus pies el que más les adora y respeta. Se entiende a Carmencita y las hermanitas (las Calderón) con las adoradas. Soy con toda la consideración y rendimiento, afectísimo, f) Bolívar".
De allí en adelante el epistolario se volvió copioso. "Bolívar, premiador insigne del mérito y maestro de gratitud, acudió al hogar de la familia Garaycoa y la exaltó en la persona de Abdón el hijo del mártir y de su madre espartana".
Manuela le cuenta episodios baladíes, pero decidores de esas relaciones casi familiares "La Gloriosa tuvo un fuerte dolor de cabeza. Para éste no se encontraba remedio, pero Ud. es el antídoto para todos los males. Ella tomó la carta de Ud. y se la aplicó a la frente y por influjo de la imaginación está buena".
El 1o. de Junio de 1823 les escribió desde la hacienda El Garzal en Babahoyo, donde pasaba unas deliciosas vacaciones con Manuelita Sáenz. "A la señora Eufemia Llaguno de Garaycoa. Cada día es Ud. mejor. Ayer tuve la complacencia de recibir la fineza que Ud. se sirvió de mandarme dulces hechos por esas manos virtuosas. Tanta bondad merece un agradecimiento infinito, como es delicado el obsequio. Estoy lleno de satisfacción por los recuerdos que me hacen esas amables señoras, mas no me ganan en memoria; siempre estoy pensando en mis bellas amigas. Ellas solo faltaban a mi corazón para encantar en las riberas amenas del Garzal, aquel sitio delicioso que me hace experimentar sensaciones muy vivas. Todo me dice: si aquí estuvieran las Garaycoa, esto sería el hechizo de la hermosa naturaleza. Todo me dice. Aquí estuvieron, aquí jugaron, aquí cantaron, este aire rezonó con la dulce voz de Carmen; este suelo ha recibido las huellas de Baltarita; aquel grado sirvió de alfombra al baile de mis amigas, estas aguas han razonado con las manos y los labios de la gracia; mas allá está un placer en que ha triscado la amable loca, más acá un bosque umbrío donde reina la tristeza que ha exaltado una viuda tierna y constante; este collado ha dado flores a las más bonitas e inocentes; esta casa es el templo de la virtud, el asilo de una madre venerable. Estas ilusiones, señora, me arrebatan y me entristecen. Mientras tanto debe Ud. perdonar a la pintura de mis invenciones. Me tomo la libertad de ponerme a los pies de esas señoras. Al señor Vicario ofrezco mis afectuosos respetos. A la Gloriosa, que está en mi corazón. Reciba Ud. mi señora, la consideración con que soy de Ud. su afectísimo servidor que besa su mano. Bolívar". Después les obsequió una perrita que las Garaycoa bautizaron con el nombre de Fineza, por ser prenda y regalo suyo y se quedaron cuidándola cuando él salió del puerto.
Por muchos años Bolívar mantúvose muy cercano a esa familia y a pesar de la distancia y de sus ocupaciones como jefe de Gobierno, las veces que pasaba por Guayaquil, platicaba con todos y cada uno de los miembros en los términos de la más fina cortesanía, pues extremaba su distinción en un medio intelectual y aristocrático, en alianza con personas de ilustre progenie.

Una noche, que visitaba el hogar de tos Vivero Garaycoa, pidió a Olmedo que compusiera una cartilla fácil y amena para uso de Pepito que se mostraba algo remolón en aprender por que tenía una muy mala y así nació el "Alfabeto para un niño", obra maestra en su género. Josefa hermana de Pepito, recordaba sus caricias cuando la sentaba en sus rodillas. En 1824 felicitó a Manuela por el matrimonio de su hija Mercedes con el Regidor Ayluardo.
El 10 de Junio de 1826 escribió desde Lima: "Mi amable amiga. Demarquet me ha dado las expresiones de Uds. y las de toda su familia, que tanto quiero y aprecio. Las he recibido con mucho placer y reconocimiento. A fines de este año iré para Colombia y tendré el gusto de pasar un mes entre Uds. en medio de ese pueblo de mi predilección, en Guayaquil, en fin. Si mis grandes negocios no me lo impidieran, Guayaquil sería ciertamente la parte de Colombia en la que con mucho agrado yo fijaría la mayor parte de mi residencia. Yo envío a Baltita un proyecto de mi Constitución para Bolivia, y otro de mi Discurso a los legisladores de ese Estado naciente, para que, leyendo ambas cosas con su acostumbrada atención y haciendo uso de su feliz memoria, tenga yo el gusto a mi llegada a ésa de oír de su bella boca la reproducción de mis ideas. Póngame a los pies de las señoras y señoritas de esa familia querida; a mi Gloriosa, a Carmencita, mil recuerdos tan agradables como ellas, y Ud. mi señora y amiga, cuente con la amistad sincera con que soy de Ud. Atento servidor Q.B.S.P. Al señor Vicario y demás señores mil consideraciones. Soy de Ud., mi señora, su amigo, servidor y amigo.".
Hay constancia de que las cartas siguieron sucediéndose hasta días antes del fallecimiento del Libertador en 1830. De allí en adelante su recuerdo y su memoria siguieron conservándose imborrables en Manuela Garaycoa de Calderón, sus hijas y hermanas.
En 1834 falleció su yerno Ayluardo, En 1838, a la erección del Obispado de Guayaquil, fue electo el Dr. Francisco Xavier de Garaycoa y mejoró la situación económica de Manuela y sus hijas pues tuvieron una ayuda más significativa.
En 1842 el matrimonio de su hija Baltazara Calderón con su pariente el Gobernador del Guayas Vicente Rocafuerte, dio a la familia poder político. El 14 de Abril de 1846 murió su madre Eufemia Llaguno de Garaycoa.
En 1847 pasó con sus hijas Carmen y Mercedes que la acompañaban, a residir en casa de su hija Baltazara en Lima, quien acababa de enviudar de su esposo Rocafuerte, donde vivió rodeada de sus nietos Clemente y Manuela Calderón Froment y Benigno S. Calderón Domínguez, hijos de Francisco Calderón Garaycoa, y de Simona, Atahualpa, Abdón y Francisco Ayluardo Calderón hijos de Mercedes Calderón Garaycoa.
En 1852 regresaron a Guayaquil. En 1864, a raíz de la expulsión de Baltazara por orden del presidente García Moreno, quien meses antes había hecho huir de la ciudad a Mercedes editora de un pequeño periodiquito titulado "El Duende", tuvo la familia que viajar nuevamente a Lima, donde le sorprendió la muerte el 25 de Abril de 1867, de 82 años de edad, a causa de unas fiebres malignas y fue enterrada en el soberbio Mausoleo construido por orden de su hija Baltazara para guardar las cenizas de su esposo Vicente Rocafuerte.
En su epitafio reza lo siguiente: "Manuela Garaycoa Vda. de Calderón. Sin su esposo que fue uno de los primeros caudillos mártires de América y madre en temprana edad de seis hijos huérfanos, concentró sus vehementes y elevados sentimientos en ellos. Se consagró a inspirarles un profundo respeto a sus deberes. Practicó todas las virtudes y espera su familia una venerada memoria desde el 25 de Abril de 1867".
Quienes la conocieron y trataron aseguraban que era bella y grave, que tenía un alma sin dobleces, orlada de excepcionales méritos.(3).




















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